Deshaciendo errores - Reseña crítica - Michael Lewis
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Deshaciendo errores - reseña crítica

Deshaciendo errores Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Psicología

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: The Undoing Project: A Friendship that Changed Our Minds

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788499927572

Editorial: DEBATE

Reseña crítica

Hace más de 40 años, una serie de experimentos de dos jóvenes psicólogos, Danny Kahneman y Amos Tversky, desmontaron todas las suposiciones existentes respecto al funcionamiento de la mente humana y la toma de decisiones.

“Deshaciendo errores” es el maravilloso relato de la colaboración de estos dos hombres de ciencia, desde la pluma de Michael Lewis. ¡Descubre esta increíble historia!

Danny Kahneman

Desde niño había sentido un interés casi teórico por las demás personas: por qué pensaban lo que pensaban, por qué hacían lo que hacían. Su supervivencia había dependido de mantenerse apartado e impedir que otros se percataran de lo que era, ya que se crió en el nazismo siendo judío.

La mayoría de los israelíes, al terminar el instituto, eran reclutados por el ejército. A Danny, en reconocimiento de sus dotes intelectuales, se le permitió pasar directamente a la universidad para estudiar psicología.

Kahneman buscaba la objetividad. La escuela de pensamiento psicológico que más le fascinaba era la psicología de la Gestalt. Esta escuela, iniciada por judíos alemanes, se originó en Berlín a principios del siglo XX y pretendía explorar a través de la ciencia los misterios de la mente humana.

Los gestaltistas demostraron que no existía una relación obvia entre un estímulo externo y la sensación que generaba en las personas, ya que la mente intervenía de muchas maneras curiosas.

Danny decidió dejar la psicología para estudiar medicina y así poder hurgar en el cerebro humano.

Al graduarse de la Universidad Hebrea, que de algún modo le otorgó un título en psicología, se vio obligado a servir en el ejército israelí. Amable, distante, desorganizado, con tendencia a evitar los conflictos y físicamente inepto, Danny no tenía madera de soldado.

Se propuso crear un test de personalidad que pudiera clasificar con eficacia a toda la población de Israel en su rama correcta. Las impresiones generales habían demostrado ser engañosas, y Danny quería evitar tener que fiarse de los juicios humanos.

Tiempo después, siendo profesor universitario, Danny les comentaría a sus alumnos: “Cuando alguien diga algo, no se pregunten si es verdad. Pregúntense qué podría ser verdad de todo ello”.

Amos Tversky

Para sus compatriotas israelíes, era al mismo tiempo la persona más extraordinaria que habían conocido y el israelí por excelencia. Pese a su fanatismo por las matemáticas, consideró que aquello podría aprenderlo solo, pero que no podía renunciar a la emoción de estudiar humanidades.

Como todos en Israel, igual tuvo que formar parte del ejército. En la academia de paracaidistas, convirtieron a Amos y los otros jóvenes en símbolos del nuevo país: guerreros y máquinas de matar. Pronto se convirtió en el líder del pelotón.

En la mayor parte de la psicología, Amos encontró pocas cosas que le interesaran. Después de ir a clases de psicología infantil, psicología clínica y psicología social, llegó a la conclusión de que podía prescindir sin problemas de una parte inmensa de su especialidad.

Amos quería estudiar cómo tomaba decisiones la gente, y se dirigió a Michigan. Tenía su propia teoría, basada en lo que él llamaba “rasgos de similitud”.

Argumentaba que cuando la gente compara dos cosas y juzga su similitud, lo que está haciendo es una lista de rasgos. Cambiando el contexto en el que se comparan dos cosas, se ocultan ciertos rasgos y emergen otros a la superficie.

Volvió de Michigan casado con Barbara Gans. Durante los primeros meses tras su regreso, dio varias charlas sobre las últimas teorías a generales del ejército y a las Fuerzas Armadas israelíes, aunque la aplicación práctica de esas teorías era bastante incierta.

El encuentro

Danny y Amos habían coincidido en la Universidad de Michigan durante seis meses, pero sus caminos apenas se habían cruzado y sus mentes, nunca. Danny había estado en un edificio estudiando las pupilas de la gente; y Amos en otro, ideando enfoques matemáticos relacionados con la similitud, la medición y la toma de decisiones.

Los psicólogos no matemáticos como Danny consideraban a la psicología matemática una serie de ejercicios sin sentido realizados por personas que usaban sus habilidades con los números para ocultar el escaso interés psicológico que tenían.

Los psicólogos matemáticos como Amos tendían a considerar que los psicólogos no matemáticos eran demasiado estúpidos para comprender la importancia de lo que decían.

En el otoño de 1969, Amos y Danny habían regresado a la Universidad Hebrea. Los estudiantes, que en el pasado se habían preguntado por qué las dos estrellas más brillantes de la Universidad mantenían una actitud tan distante, ahora se preguntaban cómo era posible que dos personalidades tan distintas se hubieran convertido en almas gemelas.

Pero ambos eran nietos de rabinos de la Europa del este y tenían un gran interés en el comportamiento de la gente cuando se encontraba en un estado no emotivo, o “normal”. Querían hacer ciencia, querían llegar a verdades sencillas y poderosas.

El dúo consideraba que la mayoría de las personas confunden una parte muy pequeña de algo con el todo. Incluso los estadísticos tienden a alcanzar conclusiones a partir de conjuntos de pruebas muy pequeñas. Y lo hacen porque creen que cualquier muestra de una gran población es más representativa de la población de lo que lo es en realidad.

Danny y Amos escribieron un artículo que planteaba una sugerencia: si nuestras mentes se pueden dejar engañar por un falso estereotipo de algo tan fácil de medir como la probabilidad, ¿cuánto más se dejará engañar por otros estereotipos más inconcretos?

La mente, según ellos, dispone de estos mecanismos para juzgar y tomar decisiones, los cuales por lo general son útiles, pero también podrían generar graves errores.

Muchas veces, no solo no sabemos lo que no sabemos, sino que no nos molestamos en tener en cuenta nuestra ignorancia a la hora de juzgar, y las historias que inventamos, arraigadas en nuestra memoria, suplantan a los juicios de probabilidad.

Conclusiones del dúo

“Al realizar predicciones y juicios en condiciones de incertidumbre”, escribieron, “la gente no parece seguir el cálculo de probabilidades ni la teoría estadística de la predicción. Más bien se basa en un limitado número de métodos que a veces dan lugar a juicios razonables y otras veces conducen a graves y sistemáticos errores”.

En el curso de nuestras vidas personales y profesionales, muchas veces nos encontramos en situaciones que parecen desconcertantes a primera vista. No podríamos saber por qué el señor X actuó de aquella manera, ni podemos entender que los resultados del experimento salieran como salieron, etcétera.

En contraste con nuestra habilidad para inventar argumentos, explicaciones e interpretaciones, nuestra capacidad de determinar sus probabilidades o de evaluarlas de manera crítica es sumamente inadecuada.

Una vez que hemos adoptado una hipótesis o explicación particular, tendemos a exagerar la probabilidad de esa hipótesis, y nos resulta muy difícil ver las cosas de otra manera. Danny y Amos estaban seguros de que lo mismo podía aplicarse a cualquier disciplina en la que se necesitaran expertos para juzgar las probabilidades con un final desconocido.

Parte de la buena ciencia consiste en ver lo que cualquiera puede ver, pero pensar lo que nadie más ha dicho. La tarea del que toma decisiones no es tener razón, sino calcular las probabilidades y jugar bien las cartas. Al tomar decisiones, no se intenta maximizar la utilidad: se intenta minimizar el arrepentimiento.

La reacción emotiva de las personas a probabilidades muy remotas las lleva a invertir su gusto habitual por el riesgo: buscan ese riesgo cuando aspiran a una ganancia lejana, y lo evitan cuando esa probabilidad lejana es de pérdida.

El conjunto de posibilidades determina nuestras expectativas, nuestras interpretaciones, nuestro recuerdo y nuestra atribución de la realidad, así como los estados afectivos que induce.

En la década de 1980, las ideas que Danny y Amos habían concebido juntos empezaban a llegar a lugares que ninguno de los dos había imaginado nunca, como la medicina, la economía y los deportes.

Las teorías de Danny y Amos en la NBA

En 2006, Daryl Morey fue contratado para dirigir los Houston Rockets y decidir quién jugaría en su equipo y quién no. Su trabajo consistía en cambiar una forma de tomar decisiones basada en la intuición de los expertos por otra que estuviera anclada sobre todo en el análisis de datos estadísticos.

Daryl pensó que si podía predecir el rendimiento futuro de deportistas profesionales, podría armar equipos ganadores. Se dio cuenta de que gran parte de lo que la gente hacía y decía cuando hacía predicciones era una falsedad: fingían saber cosas en lugar de conocerlas de verdad.

Morey instauró su modelo estadístico para predecir el futuro rendimiento de los jugadores de baloncesto basándose en varios de los principios de Danny y Amos. Ese modelo servía también como instrumento para adquirir conocimientos sobre el deporte. No consideraba que le daría la respuesta correcta, sino más bien una respuesta mejor.

Tampoco era tan ingenuo como para pensar que el sistema elegiría jugadores por sí solo. En efecto, este tenía que ser supervisado y vigilado, sobre todo porque existía información a la que no tenía acceso.

Luego de algunas contrataciones en falso, Morey comenzó un proceso en el que se esforzó por combinar el juicio subjetivo humano con su modelo. Al enfrentarse por primera vez a la mente humana, Morey no pudo evitar fijarse en la manera tan rara que tenía de funcionar.

Cuando se abría a la información que podía ser útil para evaluar a un jugador no profesional de baloncesto, se abría también a ser engañado por las mismas ilusiones que habían convertido al modelo en un instrumento tan útil en su origen.

Si no podía obviar por completo la mente humana en el proceso de toma de decisiones, Morey tenía por lo menos que ser consciente de sus debilidades. Se dio cuenta de que un cazatalentos que observa a un jugador tiende a formarse una impresión casi instantánea, alrededor de la cual se van organizando todos los demás datos.

Esto se llama “sesgo de confirmación”. Se forma una opinión sobre, en este caso, un jugador y después se ordena la evidencia para que confirme esa opinión. Era como si le hubieran encargado desmontar un reloj despertador endemoniadamente complicado para ver qué funcionaba mal, y hubiera descubierto que una parte del reloj estaba dentro de su propia mente.

En los diez años que llevaba Morey usando su modelo estadístico con los Houston Rockets, los jugadores que él había elegido habían funcionado mejor que aquellos elegidos por tres cuartos de los demás equipos de la NBA. Su sistema parecía tan eficaz que otros equipos estaban adoptándolo.

La disponibilidad de sistemas informáticos cada vez más baratos y el auge de los análisis de datos tuvieron mucho que ver con que el mundo se volviera más receptivo al enfoque de Daryl Morey.

En la base de esta transformación en la toma de decisiones en los deportes profesionales, y no solo en ellos, subyacen ciertas ideas sobre la mente humana y su funcionamiento al enfrentarse con situaciones inciertas basadas claramente en las ideas de Kahneman y Tversky.

Estos conceptos ahora están en el aire que respiramos. Hay una nueva conciencia del tipo de errores sistemáticos que la gente puede cometer, y no solo la gente, mercados enteros, si no se revisan sus conclusiones.

Notas finales

En “Deshaciendo errores”, Michael Lewis nos ofrece un libro magistral sobre la toma de decisiones, a través de las personalidades de dos asombrosos individuos tan opuestos que sorprende que llegasen a ser amigos, pero que cambiaron radicalmente la manera de entender cómo pensamos y por qué nos equivocamos tan fácilmente.

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¿Quién escribió el libro?

Estudió Historia en Princeton y tiene un máster en Economía por la London School of Economics. Actualmente, es profesor en la Universidad de Berkeley, editor de Vanity Fair, y colaborador de The New York Times y Bloomberg. Su libro “El póquer del mentiroso”... (Lea mas)

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